La verdad que no es agradable despertarse con un gran repique de campanas, aunque claro, contando que estábamos durmiendo en “la ciudad de las iglesias” pues la cosa cambia. Dicen de Braga que es la segunda Roma por la gran influencia eclesiástica, palpable en lo más simple y cotidiano de la vida de sus habitantes.
Hoy hemos estado charlando con una española que lleva en Braga más de un año trabajando como profesora de castellano. Ella nos ha contado los intereses de los jóvenes actuales, su forma de divertirse y de relacionarse.
Este año Braga es la Capital Europea de la Juventud. Gracias a este título, la ciudad va a acoger un sinfín de exposiciones, conciertos y actividades culturales y de ocio para todos los públicos. Aunque todavía no se han desarrollado muchas, el grueso de la programación arrancará en primaveras.
Para reponer fuerzas y continuar el día nos hemos comido las famosas “frigideiras”; unos pasteles de hojaldre rellenos de carne picada. Hay que decir que el bar donde hemos estado, que lleva el mismo nombre del pastel, se asienta sobre restos de una villa romana de los siglos III o IV.
Y ya que está muy cerca el 14 de febrero, os contamos que en esta zona del norte de Portugal, es toda una tradición los “lenços de namorados”, pequeñas piezas bordadas de hilo con versos muy cariñosos. La leyenda cuenta que las mujeres jóvenes aprendían a bordar y ya en edad de casarse cuando comenzaban a hacer su ajuar en sus ratos libres creaban estos bordados con versos y símbolos personalizados para entregárselo a su amado. Se utilizaba en el juego de la conquista, una vez terminado el bordado llegaría al amado que lo utilizaría en público para demostrar que había comenzado una relación, si el joven en cuestión decidiese no utilizar el pañuelo en público era una señal inequívoca de que no le interesaba esa relación.
Antes de tomar rumbo a Barcelos, hemos pasado por el Santuario del Bom Jesús; espectacular su escalinata y las vistas de toda la zona.
Entorno a las 18 h. llegamos a la ciudad que da nombre al símbolo que representa a Portugal, el famoso gallo. Además de encontrarnos con réplicas gigantes de este símbolo por toda la ciudad, hemos disfrutado de un gran atardecer desde el Museo Arqueológico.
No podíamos irnos del norte de Portugal sin degustar una francesinha. La verdad que pensábamos que el sándwich era más ligero pero ha sido toda una explosión de sabores entre el jamón cocido, el chorizo, el filete de ternera, las salchichas, el queso y la salsa picante elaborada con cerveza y tomate.
Ahora toca descansar. Nuestra mente ya piensa en la siguiente etapa: la Venecia portuguesa. ¿Sabéis de qué ciudad hablamos? Mañana os lo contaremos.
Viajando con maletas 2.0 